En el Parque Nacional Naciones Unidas, especies introducidas como el eucalipto representan un obstáculo para restaurar el bosque nativo.

Por German Carranza
El Parque Nacional Naciones Unidas (PNNU) fue declarado como tal en 1955, por acuerdo presidencial. Desde 1997 lo administra la Fundación Defensores de la Naturaleza.
A lo largo de sus 573 hectáreas alberga al menos 115 especies arbóreas y 165 especies de fauna.
Entre las décadas de 1950 y 1980, en todo el país se impulsaron programas de reforestación. Este parque no fue la excepción. En el lugar, se plantaron especies de rápido crecimiento como eucalipto, casuarina, ciprés y pino.
De hecho, en 1956 en la Constitución se declaró a la reforestación y conservación de bosques como de «urgencia nacional» y se impulsó la plantación de especies como el eucalipto.
Sin consideraciones
Pablo de la Roca, ingeniero agrónomo y coordinador de proyectos de la Fundación Defensores de la Naturaleza, explica que en ese tiempo no existía un enfoque ecosistémico.
El parque también cuenta con plantaciones de ciprés y pino, que, aunque son especies nativas, no están distribuidas de forma natural. Su presencia pueden ocasionar el mismo impacto ecológico que ocasionan las especies exóticas, que cubren en este momento alrededor de unas 80 hectáreas (del 25 al 30% del parque).
Y, como explica de la Roca, la presencia de rodales puros (áreas con árboles de la misma especie) limita la biodiversidad. En estas áreas no hay hongos, insectos ni aves en abundancia. Tampoco ofrecen alimento ni refugio para mamíferos, inséctos o artrópodos. “Es una cadena trófica empobrecida”, señala el experto.
¿Más incendios?
El eucalipto además acidifica el suelo, reduce el banco de semillas y consume más agua que las especies nativas.
Altera, también, la estructura del suelo, impide la infiltración de lluvia y no se adapta a las condiciones de precipitación del parque.
Incluso, señala Roca, aumenta el riesgo de incendios. Su hojarasca no se descompone fácilmente por falta de microorganismos específicos y genera una capa altamente inflamable.
“Hace buena leña”, advierte de la Roca, quien considera que un incendio en esas condiciones sería difícil de contener.
Reemplazar el eucalipto

La Fundación Defensores de la Naturaleza elaboró un plan para remplazar progresivamente las especies exóticas por vegetación nativa adaptada al cambio climático y a las nuevas condiciones del suelo en el Parque Nacional Naciones Unidas.
Proyectan que el proceso durará entre 10 y 15 años. La idea es intervenir pequeñas áreas cada año, eliminar los árboles introducidos y plantar especies nativas que recuperen el equilibrio ecológico. Los árboles nuevos alcanzarán entre siete y ocho metros de altura mientras los eucaliptos desaparecen.
“El visitante no verá áreas completamente taladas”, asegura de la Roca.
El objetivo es recuperar un bosque capaz de capturar agua, ofrecer hábitat a la fauna silvestre y mejorar la calidad del suelo.
Avales pendientes

Para implementar el plan, necesitan el aval del Instituto Nacional de Bosques (Inab), que debe registrar oficialmente la plantación. Luego, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) debe aprobar el plan de manejo.
Ninguna de las dos instituciones ha autorizado el proyecto. “Las autoridades no han querido asumir esa responsabilidad. Cuando escuchen motosierras, la gente va a decir que están acabando con el parque. Ningún político quiere eso sobre su mesa”, comenta de la Roca.
Más agua
La restauración del parque no solo tendría un impacto ecológico, también puede mejorar la oferta de agua. El parque abastece al menos cinco pozos: tres en el lado de Villa Nueva, cerca del kilómetro 22, y dos del lado de Amatitlán, cerca del Parque Las Ninfas.
Estos pozos aprovechan el agua que se infiltra en el parque. “Lo que hoy captamos podría ser mayor si restauramos la vegetación. Además, en un escenario de reducción de lluvias por cambio climático, tener especies nativas mitigaría ese impacto”, indica de la Roca.
La intención de la Fundación es crear conciencia a través de una campaña que no se quede en las fronteras del parque, porque no se limita a él. En muchas áreas verdes de la ciudad predominan las mismas especies introducidas.
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“El reto es recuperar lo nativo, restaurar lo que existió y mejorar la resiliencia ante el cambio climático”, afirma de la Roca. Añade que no buscan eliminar el eucalipto por capricho. “Queremos que las personas entiendan por qué es necesario restaurar el ecosistema”.
A su favor, el eucalipto no se reproduce por sí solo en Guatemala, lo que facilita su remplazo. “Si no actuamos, estas plantaciones seguirán envejeciendo y afectando el ecosistema”, concluye.
Esta nota es producto del Diplomado Fundamentos de la Conservación de la Naturaleza, apoyado por la Fundación Luis von Ahn y Defensores de la Naturaleza, coordinado por Laboratorio de Medios. Los autores son los responsables del contenido.