María José Chang: “los anfibios son indicadores biológicos”

El 60 % de nuestras especies están amenazadas, sobre todo las salamandras. La principal amenaza para los anfibios es la pérdida de hábitat.

La Agalychnis taylori es una de 86 especies de rana en Guatemala. Esta imagen fue captada en Cobán, Alta Verapaz. Foto: María José Chang.
La Agalychnis taylori es una de 86 especies de rana en Guatemala. Esta imagen fue captada en Cobán, Alta Verapaz. Foto: María José Chang.

Por German Carranza 

La bióloga María José Chang  nos comparte sobre su trabajo en la conservación de anfibios, sobre las amenazas que enfrentan y cómo, junto a comunidades locales, busca proteger a estos animales, en especial a Nyctanolis pernix, salamandra considerada vulnerable por la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. 

–¿Cuáles son las principales especies de anfibios presentes en el país? 

–Guatemala es un país superdiverso en especies de anfibios. En total tenemos 167 especies.

Tenemos tres especies de cecilias, que parecen gusanos o serpientes porque son largas y redondas. En el norte del país les dicen tapalcues. Hay creencias populares de que pueden introducirse en el cuerpo de las personas si estas van al baño al aire libre, pero no lo hacen, es un mito.

En ranas tenemos 86 especies y en sapos12. En lo que somos especialmente ricos es en salamandras,tenemos 66 especies, todas sin pulmones. Respiran a través de su piel.

–¿Qué tan diversos somos en comparación con otros países?

–Guatemala es un paraíso para los plethodóntidos. Comparado con otros países, nuestro tamaño territorial alberga una gran variedad de especies. Tenemos ejemplares muy llamativos e interesantes.

Por ejemplo, Bolitoglossa jacksoni, una salamandra que se creía extinta hasta hace unos siete años. También está la salamandra con la que trabajo, Nyctanolis pernix, que es negra, larga y con puntitos rojos, muy vistosa. Se encuentra solo en siete lugares del mundo, cinco de ellos en Guatemala. Otra es Bradytriton silus, una salamandra robusta con la cola aplanada, endémica de Guatemala.

En cuanto a ranas, tenemos especies muy atractivas, como la rana de ojos rojos que habita en Petén y tierras bajas, y Triprion petasatus, que tiene un pico similar al de un pato. Para mí, todas son hermosas.

–Tenemos muchas especies, pero ¿algunas están amenazadas? ¿Qué amenazas enfrentan?

–El 60 % de nuestras especies están amenazadas, sobre todo las salamandras. La principal amenaza es la pérdida de hábitat. Cada vez hay menos bosques o están más separados unos de otros. Esto ocurre por el crecimiento urbano, la construcción, la expansión agrícola y el uso de pesticidas o fertilizantes. Los anfibios absorben todo por la piel, así que los químicos los afectan gravemente.

Otra amenaza es el cambio climático. Las sequías son más prolongadas y las lluvias más intensas.2023 fue un año sumamente seco. Incluso bosques nubosos, que antes tenían neblina o llovizna constante, se están quedando sin agua. 

También, está la expansión de actividades extractivas, como minería o hidroeléctricas, que contaminan suelo y agua. Y la quitridiomicosis, causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que provoca engrosamiento de la piel y desequilibrios químicos. El hongo está en Guatemala desde 1980 y es causante del declive de algunas poblaciones. 

De hecho, se cree que en la cadena volcánica este fue uno de los factores iniciales del declive de especies. Hay varios artículos que mencionan, especialmente en salamandras, cómo estas poblaciones se vinieron abajo entre los años 2000 y 2010.

Contaminación y sus efectos

–Mencionó la pérdida de hábitat por construcción. ¿En la ciudad de Guatemala hay especies amenazadas o extintas?

–En la capital aún hay ranas y algunas salamandras, pero en menor número. Hace unos cinco años, en la última evaluación de la Lista Roja de la UICN, se declaró extinta a nivel nacional un par de especies. Sin embargo, también hemos redescubierto algunas, como una rana en la cadena volcánica hace tres años.

–¿La contaminación de fuentes de agua tiene un impacto grave?

–Sí. Algunas especies son más resistentes y sobreviven en cuerpos de agua contaminados, pero muchas no. Los anfibios son indicadores biológicos, si ellos se ven afectados, es señal de que algo anda mal. Hay estudios que muestran que pesticidas y fungicidas reducen el tamaño de los testículos de las ranas, afectando su reproducción.

La Nyctanolis pernix se encuentra en siete lugares del mundo, y cinco de estos están en Guatemala. Foto: María José Chang

–¿Qué esfuerzos de conservación o monitoreo existen en el país?

–Existen varios. Desde la investigación académica en el Centro de Estudios Conservacionistas (Cecon) de la Universidad de San Carlos y en la Universidad del Valle, hasta asociaciones como la Asociación Guatemalteca de Herpetología, que fundamos para promover el estudio y conservación de reptiles y anfibios.

Yo trabajo desde hace cinco años con una comunidad en Quiché en la conservación de Nyctanolis pernix, la salamandra que mencioné. El proyecto se llama Nycta. También hay dos reservas privadas dedicadas a anfibios, en Izabal y en Huehuetenango, administradas por Fundaeco. Eso es bastante llamativo y novedoso porque el mundo no en todos los países hay reservas dedicadas a la protección de los anfibios.

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–¿Por qué decidió trabajar con esta salamandra en particular?

–Cuando leí su descripción, me fue difícil imaginarla. Es una especie rarísima, reportada solo en seis sitios del mundo, dos en México y cuatro en Guatemala. Con aproximadamente 15 registros desde 1986. Años después, en un trabajo de campo, encontré una, desde entonces he enfocado mi trabajo en ella. Yo no escogí trabajar con anfibios, ellos me escogieron a mí.

En 2020 obtuve una beca en EDGE of Existence Fellowship, lo que me permitió desarrollar un proyecto de conservación en colaboración con la comunidad de Quiché. Eso me ha abierto puertas para poder seguir trabajando con la especie.

En Uspantán

–¿Cuál es el rol de la comunidad en la conservación?

–Una cosa interesante es que, en esta área de Quiché, que son bosques nubosos de Uspantán, una gran parte del área boscosa es manejada localmente. Esto quiere decir que no es un área protegida, sino que son comunitarios, ellos siguen teniendo propiedad de sus bosques.

Los pobladores lo cuidan por concesiones forestales o por amor al bosque. Trabajamos en alternativas económicas para que no tengan que talar, y en educación ambiental, para desmitificar creencias negativas hacia las salamandras.

A las salamandras les llaman niño dormido porque creen que duermen a los niños o que les secan la piel. Por eso, considero que el primer paso ha sido hablar más sobre ellas y mostrárselas a la gente.

Una rana Plectrohyla hartwegii, captada en San Marcos. Foto: María José Chang

–¿Cuáles son las principales limitantes para investigar anfibios en el país? 

–Creo que una de las principales limitantes al trabajar con reptiles y anfibios es que muchas veces hay que desplazarse a lugares muy lejanos, poco explorados y, en ocasiones, peligrosos. 

No es un secreto que nuestro país fue profundamente afectado durante el conflicto armado interno. Muchos de esos sitios inexplorados forman parte del territorio de comunidades que vivieron esa violencia y que, justificadamente, no siempre están abiertas a recibir visitantes, mucho menos a personas que llegan de noche, como suele ocurrir en nuestro trabajo, que es principalmente nocturno.

En los últimos años, cada vez más biólogos han intentado llenar esos vacíos de investigación. 

A nivel local, obtener financiamiento nacional es complicado. Por ejemplo, en la Universidad de San Carlos es obligatorio trabajar bajo la supervisión de un profesor para acceder a los fondos; de lo contrario, no se aprueban. Siendo realistas, los profesores ya tienen muchas responsabilidades.

El trabajo de conservación requiere pasar tiempo en el campo y viajar constantemente, lo que implica tener cierta libertad de movimiento. Por eso, considero que la falta de acceso a financiamiento es una de las barreras más fuertes para poder llevar a cabo estos proyectos.

–¿Qué acciones urgentes deberían tomarse a nivel nacional?

–Existen muchas actividades que pueden dañar a los anfibios y que, en la mayoría de los casos, no están reguladas. Un ejemplo es el uso de ciertos pesticidas y fungicidas. 

Considero que una de las acciones más urgentes sería otorgar más concesiones para conservación, es decir, dar bonos a las personas para que mantengan sus bosques. Actualmente, existen bonos productivos que incentivan a talar el bosque y sembrar pino; esto les permite recibir un pago por la siembra y, además, vender la madera. Sin embargo, esta práctica no es beneficiosa a largo plazo porque transforma por completo el ecosistema.

También es fundamental invertir en educación ambiental. Deberían existir más campañas, no solo en las comunidades rurales, sino también en las ciudades, porque nuestras acciones y hábitos de consumo tienen un impacto en toda la cadena ecológica. 


Esta nota es producto del Diplomado Fundamentos de la Conservación de la Naturaleza, apoyado por la Fundación Luis von Ahn y Defensores de la Naturaleza, coordinado por Laboratorio de Medios. Los autores son los responsables del contenido.

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