Un vecino de San Luis Jilotepeque convirtió un río, usado como basurero comunal, en un espacio de convivencia limpio y lleno de vida: el Paseo de la felicidad.

Por Elsa Coronado
Hace poco más de seis años, el río Cajón era como muchos en el país: una afluente con olor repugnante que arrastraba basura, animales muertos y tenía la categoría de basurero comunal. Óscar Argueta, vecino jubilado en Iowa, Estados Unidos, que buscaba una vida tranquila en su natal San Luis Jilotepeque, Jalapa, se rehusaba a vivir entre esa inmundicia y se propuso rescatar el río.
Argueta, de 69 años, construyó su casa cerca del río, pero su idílico sueño de jubilado se turbaba cada vez que tenía que cruzarlo para ir al mercado o al centro municipal. “Era un infierno de basura, un malestar terrible”, dice, sobre aquella experiencia.
Aunque el afluente nace en una montaña, había más basura que agua. Sentía una punzada asqueante cada vez que veía el espectáculo, hasta que una voz interna le dijo, “si tanto te molesta, ¿por qué no haces algo?”.

Aunque no tenía fondos, convocó a sus amistades por Facebook para que lo acompañaran a jornadas de limpieza en el río y así comenzó la historia. Un puñado de jóvenes, adultos y niños que seguían su trayectoria se presentaron sin pedir algo a cambio. Argueta dedicó parte de sus días libres para extraer basura y contrató a un vecino para que le ayudara con esa labor.
No sólo el río
De alguna manera, Argueta es una celebridad en esta localidad de unos 26 mil habitantes, la mayoría de ascendencia maya poq’omam. Desde hace años financia los estudios de alumnos destacados de educación básica, promueve concursos de poesía y varias de sus propias creaciones están escritas en las paredes de la cabecera municipal.
Ahora también se le reconoce como la persona que lidera la hazaña de rescatar un río.
No se trata de un millonario altruista, sino de una persona que nació en la pobreza y la violencia y quiere contribuir a cambiar la realidad de su comunidad. El río no se limpió en un día, pero fue más fácil deshacerse de la basura que cambiar la forma de pensar de algunas personas, afirma Óscar.
- “Tuve una lucha con muchos de los vecinos mayores. No querían que yo hiciera esto”.
- ¿Qué le decían?
- “Me decían: ‘Así, como estamos, así estamos bien’. Unos pusieron alambrados para que yo no pasara, otros tiraban basura a propósito”.
Con el tiempo, esas actitudes hostiles cambiaron, aunque todavía hay algunas personas que tiran basura o los desagües en el río. “Pero ahora es mínimo” afirma Argueta, quien hizo que el río tenga vida de nuevo. Se le ocurrió colocar piedras y arena para que el agua se filtre y forme pequeñas cascadas en su recorrido. “El río es como un niño, si no brinca no tiene vida”, dice.
Paseo de la felicidad

Su obra es ahora un paseo de 400 metros lineales, de ambos lados del afluente, con bancas de piedra, poemas pintados en paredes y muros, columpios y árboles. Antes tenía rosales y también iluminación que donó el diputado Faver Salazar, pero se los robaron.
Argueta quisiera rescatar el río hasta el punto en el que llega al centro municipal, pero “ya no tengo dinero ni tiempo”, advierte.
Parte de su jubilación la invirtió en hacer cambios del área cercana a su casa y costea, a la fecha, el salario de una persona que le da mantenimiento a la obra y recoge la basura de los visitantes que llegan al paseo a descansar, conversar y tomar fotografías.

Aunque en sus inicios, la colaboración de la comunidad rescató al río, la participación no fue permanente y todavía hay un grupo que contamina.
“La comunidad sabe que esta es una obra buena y que vale la pena, pero no se involucra. Por eso ahora tengo el pensamiento de formar una organización en la que un grupo de cuatro o cinco personas velemos por el río”, explica.
“Quizá ese sea el último papel que debo jugar. Estoy en capacidad de organizar y dirigir, quizá por 10 años más, para que esto crezca hasta abarcar kilómetros, pero no puedo desembolsar más fondos” indica.
Atractivo turístico
El 9 de agosto de 2024, el Paseo de la felicidad atrajo la atención de Harris Whitbeck, director del Instituto Guatemalteco de Turismo. “Es un lindo ejemplo que nació de la iniciativa de un ciudadano y que ahora es público. Es un lugar bonito, está bien cuidado y el agua está limpia…es el tipo de iniciativas turísticas… que le ofrecen tanto potencial a nuestro país”, se le escucha decir mientras recorre el paseo.
Argueta no aparece en el video, porque estaba fuera del país, aunque le habría encantado contarle al director del Inguat lo que le tocó suplicar a las autoridades para que lo apoyen a rescatar un bien público. “He rogado a los alcaldes, me he inclinado ante ellos. Me he humillado”, asegura.
Juan de La Cruz Felipe Damián, el actual jefe edil, confirmó a que sostuvo un diálogo con Argueta y le ofreció a pagar el jornal de uno o más trabajadores para que limpien, siembren y construyan pequeñas obras en el paseo en los 300 metros aproximados pendientes de intervención.
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“Estoy comprometido, porque quiero que mi municipio tenga desarrollo turístico y que la gente venga a ver el río, pero también el bosque, la iglesia colonial y la cantera de la cual extraemos material para las piedras de moler”, indica.
La comuna no ha sido constante en apoyar los esfuerzos para rescatar el río. Felipe Damián dice que es porque tienen pocos recursos para atender las necesidades de 23 aldeas, 12 caseríos y ocho barrios.
Todavía tienen el reto de instalar tuberías de aguas residuales en varias comunidades, mejorar la recolección de basura y tener más plantas de tratamiento. De momento sólo tienen una que empezó a funcionar en 2024.
Aunque parezca menos complejo, el alcalde tiene un reto mayor: cambiar la perspectiva de las personas para que no lancen la basura al río. Cuando se le pregunta por qué cree que las personas actúan de esa manera, su explicación coincide con la de Argueta “No lo ven como un bien que les beneficia”.
Soluciones prácticas
Valerie Syrowicz, especialista en conservación y en iniciativas de educación, explica que “ninguna iniciativa de conservación de la naturaleza tiene éxito sin la participación ciudadana”.
En su experiencia, hay al menos cuatro acciones que se tienen que hacer antes de involucrar a las personas.
- Identificar a los principales actores en la localidad y analizar sus intereses
- Añadir un componente de educación para evaluar y discutir de qué forma le afecta una problemática y, en caso la quieran arreglar, qué beneficios obtendría.
- Enfocarse en la población que será beneficiada.
- Eliminar los obstáculos y facilitar la participación ciudadana
“Todas las problemáticas que están vinculadas a la conservación han sido causadas mayormente por el ser humano y para poder arreglarlas tiene que existir un cambio de comportamiento” concluye Syrowicz.
Esta nota es producto del Diplomado Fundamentos de la Conservación de la Naturaleza, apoyado por la Fundación Luis von Ahn y Defensores de la Naturaleza, coordinado por Laboratorio de Medios. Los autores son los responsables del contenido.