En Izabal, Guardianes del Bosque lidera reforestación para recuperar tierras 

Un grupo de campesinos de Izabal, los Guardianes del Bosque, transforman tierras degradadas con reforestación incentivada. 

Grupo de vecinos que trabaja en la aldea Santa Rosa Balandra, de El Estor, y que trabajan en el vivero del lugar. Foto: Diana Fuentes.
Grupo de vecinos que trabaja en la aldea Santa Rosa Balandra, de El Estor, y que trabajan en el vivero del lugar. Foto: Diana Fuentes.

Por Diana Fuentes

A  270 kilómetros de la Ciudad de Guatemala, en el corazón del Refugio de Vida Silvestre Bocas del Polochic, en Izabal está ubicado un humedal que, para diversos expertos, es de importancia mundial. Los Guardianes del Bosque procuran su protección.

En el lugar, se encuentra el caserío Santa Rosa Balandra. La comunidad maya Q’equchí que la habita convive y restaura activamente la naturaleza que la rodea por medio de un un innovador programa de incentivos para la reforestación. 

Desde hace nueve años, los agricultores de Santa Rosa Balandra, que forma parte de la Microregión II de El Estor, lideran una iniciativa de agroforestería indígena.

En colaboración con Defensores de la Naturaleza y la Municipalidad del Estor, las 180 familias que lo habitan impactan en la biodiversidad local y generan ingresos para sus hogares.

Pablo Choc, explica el impacto de su trabajo: «Tenemos entre 5 y 10 hectáreas reforestadas, con árboles que alcanzan diámetros de 20 a 30 centímetros. Esto no solo nos genera un pequeño ingreso, sino que creamos calidad de vida y un ambiente sano que beneficia a todos los seres humanos».

Pablo Choc, uno de los líderes que, en Santa Rosa Balandra, velan por recuperar la biodiversidad. Foto: Diana Fuentes

Educación y diversidad 

La experiencia de Santa Rosa Balandra trasciende, más alla de está comunidad ya quee alrededor de 100 de ellos comparten sus conocimientos con otras aldeas para replicar el modelo de reforestación. «Realizamos giras de intercambio de experiencias para motivar a más comunidades a cuidar los bosques», comenta Choc.

En los viveros comunitarios, el esfuerzo colectivo es palpable. Noelia Peña, una de sus trabajadoras, comparte su entusiasmo: «Cuando me dijeron que si quería trabajar aquí me puse feliz. ¡Es lo que a mí me encanta: la agricultura y el CADER!».

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Los CADER (Centros de Aprendizaje para el Desarrollo Rural) son espacios donde los agricultores aprenden nuevas prácticas, comparten saberes y fortalecen sus conocimientos para mejorar la producción y la seguridad alimentaria.

Más allá de los cultivos tradicionales como el maíz, los agricultores de Santa Rosa Balandra apuestan por la siembra de árboles como matilisguate, cacao, caoba, pino, ciprés y Santa María.

Estas plantaciones no solo contribuyen con la reforestación, sino que se proyectan como fuentes de ingreso a largo plazo en un lapso de10 a 30 años. 

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La práctica de agroforestería indígena es un testimonio vivo de la sabiduría ancestral, que recuerda como civilizaciones como los mayas practicaban una silvicultura avanzada, como descubrió el geógrafo Alfred Siemens en 1972 en los Campos Elevados de Campeche. 

Alianzas estratégicas

Bosque reforestado con cacao, matilsguate y cedro. Foto: Diana Fuentes

Sara Mejía, técnica de proyectos productivos y sistemas agroforestales de Defensores de la Naturaleza destaca el compromiso de la entidad con estos procesos: «Es un trabajo arduo que requiere resiembras, limpieza de maleza y un calendario de fertilización. Actualmente, tenemos 25 mil plantas de cacao. Nuestro objetivo principal es responder a las necesidades de la comunidad».

El manejo forestal en la región no se limita a la comercialización de madera: abarca la protección del suelo, el mantenimiento del ciclo hidrológico, el manejo de la biodiversidad y la conservación del paisaje.

“Para que estos beneficios perduren, es crucial que el Estado reconozca y remunere los servicios ambientales que estas comunidades ofrecen”, señala Mejía. 

A pesar de los desafíos, como la amenaza del narcotráfico y la pérdida de biodiversidad que afecta a la región, la comunidad de Santa Rosa Balandra persevera. 

Óscar Machuca, coordinador del proyecto de gobernanza efectiva y sostenible del Refugio de Vida Silvestre Bocas del Polochic en Defensores de la Naturaleza, elogió el compromiso: «Las familias que se han involucrado desde el inicio han sabido aprovechar todo el apoyo. Logran vender muchos servicios y acumulan una gran experiencia».

Parcela modelo

Un ejemplo de esta dedicación es la de Héctor Jiménez, un agricultor que ha trabajado con Defensores de la Naturaleza por años. Su parcela es un modelo de biodiversidad: combina la siembra de árboles con la ganadería y la producción agrícola para el consumo familiar y comunitario. 

«Debemos tener ganas de trabajar y cultivar la tierra», afirma Jiménez, quien inspira a las nuevas generaciones a replicar estas prácticas sostenibles.

La culminación de este esfuerzo se ve reflejada en la reciente instalación de una planta de industralización de cacao en el Polochic, un proyecto comunitario que procesa el producto que cultivan las familias.

Los riesgos y retos para mantener estos bosques saludables persisten, pero como asegura Choc, «seguiremos trabajando con las familias. Cuesta, pero vamos poco a poco». 


Esta nota es producto del Diplomado Fundamentos de la Conservación de la Naturaleza, apoyado por la Fundación Luis von Ahn y Defensores de la Naturaleza, coordinado por Laboratorio de Medios. Los autores son los responsables del contenido.

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